Palíndromo Municipal
Juan López
“Dábale arroz a la zorra el abad”.
Usted si lee esta frase al revés, dice lo
mismo. Lo Cual es precisamente la magia de los palíndromos. Definidos como: una
palabra, número o frase que se lee igual hacia adelante o hacia atrás. Lo que
escriba al revés se puede leer igual al derecho.
Los
hay de toda laya y medida: Siéntate Ana en la hamaca… La tomo como tal…
Reconocer… Adán no cede con nada… Oirás orar a Rosario… No deseo yo ese don…
Numéricos: 1221, 123,454,321, 1991…
En la literatura han existido autores
altamente calificados por su prestigio y sus obras que han dedicado memorables
citas a este género tan difícil.
Julio Cortázar fue uno de ellos. Escribió
bellas e insólitas, frases que de un lado para otro expresaban lo mismo.
No se trata de una novedad en nuestro
idioma. Desde la antigüedad fue vasta la inteligencia que en latín y arameo, en
griego y persa, localizaron perlas manuscritas que jugaban con su propia
lectura de ida y vuelta.
Se atribuyen al poeta Sótades, eminencia
griega, III siglos antes de Cristo, los primeros arrevesados enredos.
Eso sí, existen verdaderos récords para
escribir un palíndromo original. También son cifras al revés: muy pocos.
Hay autores como William Shakespeare que
rehuyeron al compromiso de imaginar aunque fuese uno. Gabriel García Márquez es
de los que afirman que jamás ha pensado uno y menos lo ha escrito.
Sin embargo, como en todo, hay autores de
este género que los han hecho de manera involuntaria, de chiripa o palomazo.
No se lo han propuesto y accidentalmente han
dado en el clavo y se han vuelto palindromitos sin que ese haya sido su
propósito.
Para esto no son necesarias las
aclaraciones. Sale sobrando el clásico “Yo no dije lo que dije” o, “si lo dije,
pero lo dije de otra manera”. Algo usual en los políticos que intentan limpiar
sus ocurrencias, desmintiendo a la opinión pública de sus asertos y
desaciertos.
De un caso típico acabamos de enterarnos. El
presidente municipal de Acapulco precisó que, cuando en su discurso por la
primera visita presidencial al puerto, dijo que “la esperanza de los
acapulqueños, está en el Presidente de la República”: habló de la Institución,
no de Enrique Peña Nieto. Como si fuera posible desasociar a ambas figuras
públicas.
Al boxeador Juan Manuel Márquez le sucedió
algo parecido. Luego de noquear al filipino Manny Pacquiao, envió un saludo y
dedicó su triunfo al Presidente de la República. No dijo nombre. Pudo haber
sido ese presidente aludido Santos de Colombia o Hugo Chávez de Venezuela. Sin
embargo, sin tener que aclarar que el suyo era un palíndromo, Márquez fue
recibido con honores en Los Pinos y felicitado por Enrique Peña Nieto.
Sugiriendo que amor con amor, se paga.
“Usted es la esperanza de los acapulqueños
Señor Presidente”. Tal vez no sea un palíndromo perfecto, ni lenguaje servil
del alcalde de Acapulco, pero de que dice lo mismo, -si en lugar de haber dicho
Señor Presidente, hubiese dicho Peña Nieto-, de ello no existe la menor duda. De
atrás para adelante y de adelante para atrás. La lectura es idéntica a la de un
palíndromo tan recurrente como el de “Anita lava la tina”.
PD: “Amigo no gima”: Palíndromo.
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