EL
PROBLEMA DEL LENGUAJE
Luz María Sánchez
Rovirosa
“Cuando la virtud flaquea y
nos dominan las pasiones, casi siempre las inferiores: la envidia, la vanidad,
la avaricia, la lujuria, la pereza; las repúblicas perecen. Cuando ya no
podemos dominar nuestros apetitos, estamos listos para ser dominados por el
extraño. A medida que la virtud se debilita, crece el río de sangre” Octavio
Paz.
En nuestro país, la vida en
sociedad está sufriendo un grave deterioro que es motivo de preocupación. Son
manifestaciones de ello entre otras, la violencia, las adicciones, la
deshonestidad, la desintegración familiar, la corrupción, la injusticia social,
y la notoria falta de respeto a la autoridad, provocada por el mal uso del
lenguaje de los políticos, que convierten la realidad en mentira, agraviando al
pueblo.
El lenguaje constituye un
instrumento sin el cual, sería imposible la vida en las sociedades; puede
considerarse como la manifestación más importante entre las personas, y éste es
el rasgo que mejor define a la especie humana.
Cada persona con su
respectivo idioma, debe tener al menos conocimiento de la gramática del mismo;
lo que le permite construir y entender enunciados correctos para la
comunicación, ya que el lenguaje es algo inherente a la naturaleza humana, en
oposición a algunas tesis que lo conciben como un simple mecanismo de estímulos
y respuestas.
Las funciones básicas que
presenta el lenguaje, pero que se deteriora en el uso inadecuado, son las
siguientes: expresiva, cuando el mensaje se centra en la persona que lo
trasmite, tratando de expresar lo que desea (no lo que deben), que escuchen los
oyentes. La declarativa (comunicación), es la que dirige la atención del oyente
al contenido del mensaje que quieren que escuchen; y la impresa, en la cual el
enunciado se centra en el oyente, en un intento de modificar su pensamiento o
inducirlo a poner atención, justo en la dirección señalada. Ésta también, es la
trágica labor de desinformación de algunos medios de comunicación.
Viene a colación esta
pequeña información y reflexión lingüística y gramatical, porque me llama mucho
la atención, como hacen uso los políticos de la palabra hablada y cómo tantas
veces es mal interpretada y manipulada, por las personas tendenciosas que
confunden y mienten a la población.
Por lo tanto insisto, el
ejercicio de la política debe ser objeto de una investigación incansable de lo
que sea útil a la mayoría, de lo que permita mejorar la condición de los más
desprovistos y de los más débiles, no sólo en la actualidad, sino en la
perspectiva de un desarrollo continuo, que beneficie a las generaciones futuras,
con el manejo de un verdadero lenguaje que se traduzca en acciones.
Pero desafortunadamente, la
anarquía del quehacer político la engendran nuestros gobernantes, primero por
la ambición y muy importante, con el uso inadecuado que hacen del lenguaje
(demagogia), que es un verdadero atentado a nuestro bello idioma y al el
respeto de los gobernados
Un rápido y fresco ejemplo es,
cómo llegó Rosario Robles a Sedesol y a titular de La Cruzada contra el Hambre.
El grave problema de los gobernantes que tienen con el lenguaje, radica en la
caprichosa confusión con el significado de las palabras; y así el presidente
Enrique Peña Nieto en lugar de designar, impuso a Robles, que no es lo mismo.
Pero en el extravagante lenguaje que ellos mismos se han fabricado para su
conveniencia, todo se vale.
La falta de respeto verbal,
obviamente se transforma en un desafío aberrante a la dignidad de las personas,
y nos preguntamos ¿Cómo podríamos hacer para que los políticos tomaran la
valiosa y valiente decisión de usar correctamente el lenguaje, para evitar el
deterioro de la fibra moral, que ocasiona junto con la violencia, la
inseguridad, la corrupción, la impunidad, la injusticia social: la destrucción
del tejido social? ¡Vale la pena reflexionarlo!
Vale la pena el artículo. Lástima que los políticos no se preocupan por expresarse correctamente; sólo palabrería hueca que no dice nada. Ahí está el Plan Nacional de Desarrollo, una lista de buenas intenciones, que no dice cómo se logrará.
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