viernes, 31 de mayo de 2013

¿POBRES, PERO FELICES?




 
¿POBRES, PERO FELICES?

Luz María Sánchez Rovirosa

“La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días”. Benjamín Franklin.

 

La pobreza no es sólo la carencia de recursos económicos y materiales, la pobreza se da, cuando miles (millones) de personas, de niños mueren por causas que se pueden prevenir; La pobreza es pobreza, cuando esas personas, esos niños, se vuelven invisibles.

La pobreza constituye una verdadera inmoralidad en un mundo que ha alcanzado (en algunos países) el pleno desarrollo en áreas como la producción de bienes y servicios, descubrimientos científicos, médicos y genéticos, en comunicaciones, en política, etc. y verdaderamente no se entiende la razón por la cual no han podido, o más bien no han querido integrar en esa productividad, en ese desarrollo la vida de los que menos o nada tienen, ya que por el contrario este lamentable fenómeno crece con una punzante desigualdad.

Pero aterrizando la grave problemática de la pobreza a México ¿Qué nos podemos imaginar que piensan los pobres sobre su condición de vida? Seguramente que están peor que antes, con más inseguridad, con más abusos y cada día con menos posibilidades de conseguir un trabajo estable con ingresos sólidos.

Pensarán que sobreviven sin servicios indispensables para una vida digna, desnutridos, sin acceso a la educación, a los servicios de salud, sin papeles (identidad) que les dé la oportunidad de participar en la situación del país y de acceder a los -programas de beneficios- que ofrece el gobierno; con demasiada violencia intrafamiliar y social, con una enorme vulnerabilidad de caer en los vicios y en manos del crimen organizado como único medio de vida; pero sobre todo con los graves atentados a su dignidad humana, que no les permite ser escuchados y que los vuelve invisibles ante los ojos de quienes no quieren saber que existen.

El gobierno de Enrique Peña Nieto pide hoy un compromiso de productividad. Efectivamente México necesita crecimiento económico (más inversiones y menos corrupción), y por ende aumento de la producción. ¿De la producción de la riqueza; de esa riqueza en circulación para todos sin excepción y no aglutinada en manos de unos pocos, en beneficio de unos pocos? ¿O de la productividad que tiene por fuerza que acompañarse de un incremento de la igualdad y de una generalización del bienestar? ¿De cuál productividad habla el Presidente de la República?

Imposible considerar la productividad, el progreso y el desarrollo sin justicia social, sin elevar el nivel de vida de la mayoría, porque de esta manera la productividad, el desarrollo y la democracia son desequilibrados, y en el mejor de los casos sólo desemboca (como a menudo lo atestiguamos), en el consumismo por parte de los pocos o muchos que se benefician de dicho crecimiento, y este fenómeno es muy dañino y lamentable para el país.

¿Contribuye el desarrollo a la felicidad del hombre? Vale la pena hacerse la pregunta ¿Productividad, desarrollo y progreso van de la mano? Yo pienso que sí, el problema es que desafortunadamente el progreso económico y material, no van de la mano con el progreso moral.

Viene a colación este comentario, porque la OCDE hizo un señalamiento que me llamó mucho la atención, sobre el índice de satisfacción de la vida elaborado por la institución; en el cual México aparece en el lugar 10, mientras que en ingresos se situó en el puesto 34. Así que Don José Ángel Gurría, titular de la misma, muy ufano, dice que nuestro país tuvo el mejor desempeño en satisfacción ante la vida, es decir, -pobres pero contentos-.

¿Y esta encuesta, indicador o lo que sea, con estos resultados, beneficia al gobierno de Peña Nieto? ¿Los pobres le dieron un voto de confianza al decirle al presidente que no se preocupe por ellos, porque son felices con su condición de vida?

Que los pobres sean demasiados, no es cuestión del destino o de la mala suerte, sino el resultado de políticas equivocadas e injustas, así como de ambiciones y decisiones personales que obstaculizan el pleno desarrollo humano y cierran el círculo de la pobreza, donde los pobres producen más pobres.

Pero la realidad, es que los pobres ya no esperan ni quieren más limosnas, compasión, estadísticas o indicadores, ellos quieren educación, comida, trabajo, oportunidades de progreso y trato digno, es decir, quieren ser tomados en cuenta, no abusados o ignorados.

Por eso, no a las acciones asistenciales para amortiguar durante un breve espacio las consecuencias de su estado. Ellos definitivamente esperan la solución del problema estructural, que los sumerge en ese deplorable lugar de vida.

Y en el exhorto a la productividad que hizo el ejecutivo, urge relevar las políticas sociales que mermen el abismo entre ricos y pobres. Urge que el tema pobreza se asuma como una prioridad y no sólo para efectos electorales.

Pero para que los políticos de todo orden y niveles asuman esta postura, se necesita conocer, aceptar, denunciar y destruir los mecanismos sociales, políticos y económicos que durante tanto tiempo (demasiado), han fabricado pobres. ¿Pero felices? ¡Vale la pena reflexionarlo!

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