PLAN NACIONAL DE DESARROLLO:
EDUCACIÓN
Luz María
Sánchez Rovirosa
“Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo,
involúcrame y lo aprendo”. Benjamín Franklin
El presidente Enrique Peña
Nieto presentó hace un par de días el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018, el
cual contempla las cinco metas nacionales trazadas por su gobierno en torno a
un México en paz, con igualdad, educación de calidad para todos, prosperidad y
mayor responsabilidad global.
De los 5 puntos contenidos
en este otro (de tantos) documento (obligatorio) de este y de todos los sexenios,
me detendré en la educación, ya que la política educativa se encuentra en medio
de un conflicto, en el cual enfrenta demasiados reclamos sociales.
No existe todavía un
proyecto integral en la educación nacional en el que participe la sociedad, el
magisterio y las autoridades gubernamentales en plena armonía; por el
contrario, sobrevive el conflicto y el choque de intereses y ambiciones primero
que la educación.
Los cambios de “fondo” que la
educación requiere, ya no pueden establecerse por simples reformas, modificaciones
o ajustes de leyes o decretos. La transición educativa sólo será posible, si se
involucra correcta y honestamente a los diferentes actores sociales –explícitos-,
capaces de diseñar programas y reformas estructurales que lleven al desarrollo
de calidad, a los procesos educativos en todos los niveles.
El objetivo deseado que debe
tener en cuenta el gobierno de Enrique Peña Nieto y la Secretaría de Educación
(y no es así), es que se estimule la especialización de las necesidades en las
que se encuentra inmersa específicamente la problemática educativa regional, la
educación especial, la multicultural y social del país; y no convertir desde
dicha secretaría la actividad docente, en una invasión de profesionales y no
profesionales, en áreas que no tengan que ver con la educación (con excepción
del sistema administrativo y de finanzas), que carecen de espacios para
desarrollarse, porque hasta el día de hoy, tal parece que la docencia en México
es un ejercicio que -salva el desempleo-, y no un acto de crecimiento propio y
del prójimo.
Es una realidad que la
sociedad debería estar interesada en saber si en las agendas de los -legisladores
y de los partidos políticos-, figuran realmente proyectos y estudios que llenen
los vacíos y las interrogantes del rezago educativo (no solamente reformas que
beneficien incluso financieramente al gobierno); en este fenómeno que durante
años y hoy más que nunca, afecta dramáticamente el progreso de México.
Me llama mucho la atención el
tema “calidad educativa”, porque es la razón principal de todo
problema que afecta a la nación.
La expresión “calidad educativa” es un término que existe y que es usado con demasiada frecuencia
para describir o tratar el tema; pero definitivamente no es correcto, porque es
redundante. Hablar de educación, simple y sencillamente es hablar de calidad.
En lo que sí correctamente
podemos y debemos hablar de calidad, es en los procesos que buscan generarla,
ya que la educación es lo que lleva a todos los seres humanos a lo que
construye, al crecimiento, a la superación personal y de grupo, es decir al
triunfo de la sociedad y por ende del país.
En este caso concreto del
déficit educativo en México, la expresión correcta en lugar de la ausencia de “educación
de calidad”, sería: que existe una mala enseñanza y un mal aprendizaje.
Vale la pena analizar
(porque no ha habido progreso relevante), las características más importantes
de los últimos años que distinguen el rezago educativo en México, donde hoy existen
lugares en el último lugar de analfabetismo; por ello, trasladar la educación básica y
normal de desarrollo nacional a desarrollo regional, se consideró por la década
de los noventas una gran estrategia. No obstante, esta decisión en algunos
estados como Guerrero, Oaxaca, Chiapas, etc. no ha logrado superar los
problemas de fondo como la calidad de los procesos educativos, que siguen
siendo desastrosos y uno de los reclamos más apremiantes de la sociedad local,
y un punto importante de reflexión en la reciente y cuestionada reforma.
Pero en mi humilde opinión,
lo más grave de la educación en México, es que no posee como tal la esencia
humana, es decir, no busca reconocer en el hombre su propia dignidad y la
fuerza que ella contiene una vez que es descubierta. Así la educación en
nuestro país sólo tiene en mente los proyectos de alfabetización y aprendizaje,
es decir, -cumple- con su obligación tratando más o menos de enseñar a leer, a
escribir y a trasmitir conocimientos, sin tomar en cuenta la dignidad de la
persona.
Estos -proyectos- uno tras
otro, que por cierto son muy convenientes para los gobiernos, hacen que las
personas producto de una educación alienante, vivan su condición de miseria y
explotación con gran resignación y silencio. El pueblo pobre y sin educación es tratado
convenientemente como ignorante y es convencido de ello, lo que produce y
explica la inercia con que soporta la situación inhumana en la que vive.
Desafortunadamente un pueblo
como el de México que vive una dinámica estructural que conduce a la dominación
de las conciencias, la educación se traduce sin temor a equivocarme, en una –pedagogía-
que solo responde a los intereses de las clases dominantes.
Desafortunadamente, esta –pedagogía-
no sirve para la liberación de los oprimidos y de esta manera nunca habrá la
intención de un buen proyecto para sacarlos del olvido. Seguimos atrapados en
una educación –conveniente-, que no reconoce la dignidad de los hombres, que no
entiende la alfabetización como la conquista que hace el hombre de su palabra;
sino que los etiqueta como meros receptores y repetidores (cuando bien les va)
de algunos conocimientos. ¡Vale la pena reflexionarlo!
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