lunes, 5 de agosto de 2013

LA GUERRA DE LAS GALAXIAS



 
“LA GUERRA DE LAS GALAXIAS”

Luz María Sánchez Rovirosa

 “Lo que las leyes no prohíben, puede prohibirlo la honestidad”. Séneca

Para hablar de las distinciones a las que se ha hecho acreedor Enrique Peña Nieto durante el esbozo de su gobierno en estos primeros meses, haremos un breve viaje al pasado los últimos cuatro sexenios.

De adelante para atrás, Felipe Calderón Hinojosa, inicia un gobierno muy incierto, en medio de un país vulnerado por la violencia y con una seria crisis de credibilidad. El entonces presidente panista, consideró muy cuidadosamente su prioridad para afianzarse en el poder y apuntalar su gobierno para consolidar su autoridad y fortalecer su gobernabilidad; de esta manera, basa su estrategia de legitimización desde sus primeros días, es un programa castrense, en el cual involucra (por primera vez) al Ejército en el combate contra el crimen organizado; portando un emblema de soberbia, de vanidad y con una demostración de superioridad hacia los partidos (especialmente los de izquierda), pero sin pensar en las consecuencias que estas acciones pudieran traer al pueblo de México; tal como sucedió.

Con Vicente Fox, y después de cruzar la línea que nos dirigía (supuestamente) con toda la felicidad hacia la alternancia y la democracia; después de una batalla electoral como nunca en la cual las urnas se volcaron a su favor, desdeñando al decadente PRI. El desengaño y la decepción explotaron mucho antes, de lo que ni siquiera nos imaginamos.

Desde el principio, observamos a una –persona improvisada- que haría gala de una presidencia sin respeto, burda y vulgar; una persona a la cual no le importaba nada, absolutamente nada que no fuera él mismo, su bienestar y especialmente el de su familia.

Vicente Fox era empresario y su gabinete lo fincó con empresarios, que confundirían la administración pública con la administración de empresas. Así que desde los primeros meses sus acciones estuvieron adornadas nada más que de ignorancia, incapacidad, incultura, ineptitud, necedad, etcétera, que nos provocaron frustración y desaliento, mismas que nos persiguieron durante todo su sexenio.

Seis años más atrás nos topamos con Zedillo y con un PRI extraño y desubicado, tras las muertes de Colosio y Ruiz Massieu, y que entregó la estafeta del Revolucionario Institucional al PAN casi por voluntad; y fue esta acción lo que lo y nos tatuó durante lo que sería la última gestión del PRI (hasta esta nueva etapa), de un supuesto –nuevo PRI-.

Aquel no tan lejano inicio, estuvo marcado por el trágico error de diciembre y por el levantamiento Zapatista, dejando siempre la duda, si los problemas financieros y sociales que enfrentó, fueron heredados de la administración salinista o fueron provocados por su propia incapacidad.

Tras la fuerte devaluación que dejó a un gran porcentaje de los mexicanos al borde del precipicio y desafortunadamente a muchos otros que se hundieron en él, Estados Unidos a través de su presidente William Clinton, entra como redentor de nuestro país y prácticamente –cautiva- a Zedillo y a México.

Con todos estos encontronazos, por supuesto que Zedillo necesitaba “algo” para posicionarse en la presidencia, y muy al estilo el PRI, recurre al “golpe” y escoge para tal fin, al hermano mayor e incómodo de quien fuera su verdugo político, y entre venganza y necesidad, manda a aprehender a Raúl Salinas de Gortari acusado de -enriquecimiento ilícito- y de ser el operador intelectual del asesinato de su ex cuñado José francisco Ruiz Massieu, entonces secretario del partido y con fuerte inercia hacia la presidencia de la República; quien hoy después de tantos años de litigio, -un juez- da por válido, su enriquecimiento inexplicable; y es exonerado.

Llegando hasta los 25 años precursores de este fatal regreso del PRI; Carlos Salinas de Gortari inicia su gestión, con un fuerte cuestionamiento de legalidad en la elección presidencial llamada –la caída del sistema- (nombre que se le dio a la “supuesta” trampa electoral), misma que según se dice, fue gestada por Manuel Bartlett, quien hoy muy orondo representa (¿?) al PT en el senado.

Por ello, en pos de sentarse bien en la silla de los Pinos, propone de primer momento, una reforma electoral para “supuestamente” controlar mejor los comicios. Sin que esta acción le trajera “porras”, y sin tener el carisma necesario para sus ambiciones, Salinas necesitaba el sabor y la sazón priísta, para mantener al pueblo tranquilo y por supuesto dominado.

Por ello decide asestar el zarpazo magnificador, y recurre al golpe mediático que de una vez por todas lo legitimara en una gestión que había deslegitimado la misma elección. Así que busca y encuentra, en el controvertido y rebelde personaje Joaquín Hernández Galicia “La Quina” (líder del Sindicato petrolero), el candidato ideal para ser el –chivo expiatorio- así que lo sacrifica, y se lleva a cabo el “quinazo”.

Regresando a la realidad, el actual presidente de México, Enrique Peña Nieto en crítica constructiva, se puede decir, que lo más relevante que ha tenido es el poder de manipulación (de sus asesores), para meter al aro a los partidos (o a sus jefes) de oposición y lograr que “blanditos” firmaran -El Pacto por México-, al cual en rebelión hoy, le dan un día sí y otro no, la espalda.

De esta mediática estrategia, -se suponía- que partirían todas las líneas que le darían vida a este gobierno que hasta el día de hoy tiene en su haber, muchas firmas, muchas iniciativas, unas reformas sin concluir, una Cruzada por el Hambre (que no termina de empezar), y el golpe al estilo priísta, asestado en contra de Elba Esther Gordillo, ex líder del sindicato del magisterio e insurrecta (erróneamente) con el primer mandatario del país.

Faltan muchas cosas por venir, sobre todo la –guerra de las galaxias- por las reformas energética y fiscal (y tal vez la política), pilares de consolidación en las acciones maquiavélicamente previstas de lo escrito y firmado.

¿Qué nos depara el destino, una real intención del presidente Enrique Peña Nieto y su equipo de administrar bien (lo que es su obligación) y de transformar México? ¿O tan solo una simulación con altos beneficios mediáticos y propios, pero poco sustanciales (para variar), para el pueblo de México? ¡Vale la pena reflexionarlo!

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