“LA
GUERRA DE LAS GALAXIAS”
Luz María Sánchez Rovirosa
“Lo que las
leyes no prohíben, puede prohibirlo la honestidad”. Séneca
Para
hablar de las distinciones a las que se ha hecho acreedor Enrique Peña Nieto
durante el esbozo de su gobierno en estos primeros meses, haremos un breve
viaje al pasado los últimos cuatro sexenios.
De
adelante para atrás, Felipe Calderón Hinojosa, inicia un gobierno muy incierto,
en medio de un país vulnerado por la violencia y con una seria crisis de
credibilidad. El entonces presidente panista, consideró muy cuidadosamente su
prioridad para afianzarse en el poder y apuntalar su gobierno para consolidar
su autoridad y fortalecer su gobernabilidad; de esta manera, basa su estrategia
de legitimización desde sus primeros días, es un programa castrense, en el cual
involucra (por primera vez) al Ejército en el combate contra el crimen
organizado; portando un emblema de soberbia, de vanidad y con una demostración
de superioridad hacia los partidos (especialmente los de izquierda), pero sin
pensar en las consecuencias que estas acciones pudieran traer al pueblo de
México; tal como sucedió.
Con
Vicente Fox, y después de cruzar la línea que nos dirigía (supuestamente) con
toda la felicidad hacia la alternancia y la democracia; después de una batalla
electoral como nunca en la cual las urnas se volcaron a su favor, desdeñando al
decadente PRI. El desengaño y la decepción explotaron mucho antes, de lo que ni
siquiera nos imaginamos.
Desde
el principio, observamos a una –persona improvisada- que haría gala de una
presidencia sin respeto, burda y vulgar; una persona a la cual no le importaba
nada, absolutamente nada que no fuera él mismo, su bienestar y especialmente el
de su familia.
Vicente
Fox era empresario y su gabinete lo fincó con empresarios, que confundirían la
administración pública con la administración de empresas. Así que desde los primeros
meses sus acciones estuvieron adornadas nada más que de ignorancia,
incapacidad, incultura, ineptitud, necedad, etcétera, que nos provocaron frustración
y desaliento, mismas que nos persiguieron durante todo su sexenio.
Seis
años más atrás nos topamos con Zedillo y con un PRI extraño y desubicado, tras
las muertes de Colosio y Ruiz Massieu, y que entregó la estafeta del
Revolucionario Institucional al PAN casi por voluntad; y fue esta acción lo que
lo y nos tatuó durante lo que sería la última gestión del PRI (hasta esta nueva
etapa), de un supuesto –nuevo PRI-.
Aquel
no tan lejano inicio, estuvo marcado por el trágico error de diciembre y por el
levantamiento Zapatista, dejando siempre la duda, si los problemas financieros
y sociales que enfrentó, fueron heredados de la administración salinista o
fueron provocados por su propia incapacidad.
Tras
la fuerte devaluación que dejó a un gran porcentaje de los mexicanos al borde
del precipicio y desafortunadamente a muchos otros que se hundieron en él,
Estados Unidos a través de su presidente William Clinton, entra como redentor
de nuestro país y prácticamente –cautiva- a Zedillo y a México.
Con
todos estos encontronazos, por supuesto que Zedillo necesitaba “algo” para
posicionarse en la presidencia, y muy al estilo el PRI, recurre al “golpe” y
escoge para tal fin, al hermano mayor e incómodo de quien fuera su verdugo
político, y entre venganza y necesidad, manda a aprehender a Raúl Salinas de
Gortari acusado de -enriquecimiento ilícito- y de ser el operador intelectual
del asesinato de su ex cuñado José francisco Ruiz Massieu, entonces secretario
del partido y con fuerte inercia hacia la presidencia de la República; quien
hoy después de tantos años de litigio, -un juez- da por válido, su
enriquecimiento inexplicable; y es exonerado.
Llegando
hasta los 25 años precursores de este fatal regreso del PRI; Carlos Salinas de
Gortari inicia su gestión, con un fuerte cuestionamiento de legalidad en la
elección presidencial llamada –la caída del sistema- (nombre que se le dio a la
“supuesta” trampa electoral), misma que según se dice, fue gestada por Manuel
Bartlett, quien hoy muy orondo representa (¿?) al PT en el senado.
Por
ello, en pos de sentarse bien en la silla de los Pinos, propone de primer
momento, una reforma electoral para “supuestamente” controlar mejor los
comicios. Sin que esta acción le trajera “porras”, y sin tener el carisma
necesario para sus ambiciones, Salinas necesitaba el sabor y la sazón priísta,
para mantener al pueblo tranquilo y por supuesto dominado.
Por
ello decide asestar el zarpazo magnificador, y recurre al golpe mediático que
de una vez por todas lo legitimara en una gestión que había deslegitimado la
misma elección. Así que busca y encuentra, en el controvertido y rebelde
personaje Joaquín Hernández Galicia “La Quina” (líder del Sindicato petrolero),
el candidato ideal para ser el –chivo expiatorio- así que lo sacrifica, y se
lleva a cabo el “quinazo”.
Regresando
a la realidad, el actual presidente de México, Enrique Peña Nieto en crítica
constructiva, se puede decir, que lo más relevante que ha tenido es el poder de
manipulación (de sus asesores), para meter al aro a los partidos (o a sus
jefes) de oposición y lograr que “blanditos” firmaran -El Pacto por México-, al
cual en rebelión hoy, le dan un día sí y otro no, la espalda.
De
esta mediática estrategia, -se suponía- que partirían todas las líneas que le
darían vida a este gobierno que hasta el día de hoy tiene en su haber, muchas
firmas, muchas iniciativas, unas reformas sin concluir, una Cruzada por el
Hambre (que no termina de empezar), y el golpe al estilo priísta, asestado en
contra de Elba Esther Gordillo, ex líder del sindicato del magisterio e
insurrecta (erróneamente) con el primer mandatario del país.
Faltan
muchas cosas por venir, sobre todo la –guerra de las galaxias- por las reformas
energética y fiscal (y tal vez la política), pilares de consolidación en las
acciones maquiavélicamente previstas de lo escrito y firmado.
¿Qué
nos depara el destino, una real intención del presidente Enrique Peña Nieto y
su equipo de administrar bien (lo que es su obligación) y de transformar
México? ¿O tan solo una simulación con altos beneficios mediáticos y propios,
pero poco sustanciales (para variar), para el pueblo de México? ¡Vale la pena
reflexionarlo!
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