OPORTUNIDAD DE RENACER
Luz
María Sánchez Rovirosa
¿Qué
pasa por la mente de una mujer, en el momento en que le dicen que tiene cáncer
de mama?
Cuando uno escucha por primera vez la palabra cáncer
asociada a un diagnóstico propio, y de pronto te enteras que lo tienes, suena
como a sentencia de muerte, y de verdad sientes que ves la muerte. Escuchar esa
voz, es horrible, es como si el mundo se derrumbara frente a ti en un instante,
y de repente comienzas a girar en un espiral de dolor, y uno se pregunta ¿pero
yo qué hice? No es posible que esto me suceda a mí. ¿Por qué si todavía tengo
ganas de vivir, si todavía necesito vivir?
Así, hace 9 años, en ocho días mi vida cambió.
Simplemente estaba aterrada, sin fe, ni esperanza, sintiendo que tenía a un
enemigo dentro de mí que podía llegar a causarme la muerte, y sin embargo ¿con
qué armas enfrentaría la terrible batalla, si no sabía nada de él?
Esta experiencia marcó mi vida en un antes y un después,
la que me llevó a tener un curso acelerado de extra madurez, la que me obligó a
generar todo un replanteamiento de lo que yo hacía, de cómo era mi vida, de
cómo me estaba proyectando, y de lo que quería hacer conmigo misma, con mi
familia, con mi entorno y con mi futuro; así que parada en esa línea, miré dos
opciones: Vivir por lo que decían las estadísticas o vivir por las ganas de
vivir.
Y aquí estoy, muchos años después de iniciar un largo
recorrido por un camino de búsqueda, porque antes de este diagnóstico, sentía
que tenía el mundo en mis manos, y ahora sí que sé, que nunca será así, porque
aprendí que cada vez que ese mundo cambia, la experiencia, la madurez, y el
crecimiento de tu vida, cambian también.
Entendí que aún tenía mucho por aprender de mí, de todas
las personas que estaban a mi alrededor, de mi familia, de mis amigos, y por
supuesto de mi vida espiritual; y también entendí, cómo Dios me estaba dando la
oportunidad de mirarme en un espejo, para identificar que la esencia, ese ser
maravilloso que hay dentro de cada persona, es la fe en Él, (como cada quien lo
vea y lo sienta), esa fe que nos permite superar todo lo que nos proponemos; y
así me di cuenta también, porque Dios es infinitamente bueno, que las únicas
barreras que limitan nuestro propio crecimiento, son las que nos ponemos
nosotros mismos.
Esta experiencia extrema, reafirmó mi seguridad y mi
autoestima, de que lo importante no es la belleza externa, o un cuerpo
perfecto, ropa de marca, accesorios “costosos” para lucir; o tu propiedad
material; sino tú, en tu interior; y esa valía, me ayudó a aceptar con gusto,
aun cuando no sin sufrimiento y dolor, mi “nueva” imagen corporal (momentánea),
sin pelo, sin cejas ni pestañas, hinchada, ojerosa y amarilla; pero lo más
importante, es que me ayudó a sentirme completa y contenta, sin la mitad de mi
seno izquierdo. Aprendí a respetarme, a aceptarme y a quererme a mí misma, por
lo que yo era, por lo que yo soy.
Supe que se puede ser sobreviviente de cáncer, y que esto
es tu elección, pero sobre todo, la seguridad de que Dios tenía como tantas
otras veces, sus ojos puestos en mí y en ese momento en mi enfermedad, me
permitió tener menos efectos negativos, ante los difíciles y dolorosos
tratamientos que me realizaron durante 18 meses. La fortaleza interior que te
da saber que Dios está contigo, nos permite superar las situaciones difíciles y
duras; y esta fe en Él, sabiendo que es el único que puede ayudarte, fue lo que
me hizo seguir adelante.
Y así, me ensoñé en lo importante de poder disfrutar con
mi familia, más momentos de felicidad para afianzar sus cariños, pero sobre
todo, incorporé mi vida en la paz espiritual, en la verdad, en donde existe
coherencia y congruencia en nuestros actos, acorde a nuestros principios
morales y la fe católica que practicamos mi familia y yo. Pero ante todo, esta
gran lección, me enseñó a perdonar y a no tener resentimientos.
Por eso, después de tantos años, cuando vuelvo la hoja
atrás y examino lo que viví y lo que aprendí, doy gracias a la vida y recuerdo
la mano extendida de mi esposo, de mis hijas, de mis nietos, de mi yernos, de
mi mamá y desde el cielo mi papá y mi hermana, de mis otros hermanos, de mis
sobrinos, de mi familia política, de mis amigos, de todas las personas que
oraron con tanta fe y pidieron por mi salud y por mi vida, especialmente el
padre Pedro Torres García; por tanto cariño y generosidad que encontré en mi
alrededor, en mis médicos, su ética, en las personas que me apoyaron en los
diferentes y difíciles procesos de rehabilitación; y entre todo, el torbellino
de mi vida, de mi íntima vida, gracias amor, de mi paz interior. Sí Señor,
“Gracias a la vida que me ha dado tanto”, pero sobre todo, “Gracias Dios mío”
que me has dado tanto, para aprender y para crecer, para encontrar en tu amor,
lo que nos hace grandes, para que los problemas se vuelvan chiquitos.
Hoy en día, después de 9 años de haber lidiado con el
cáncer, de salir de ese hoyo negro de mi vida, me dedico a trabajar en mi hogar,
tengo el privilegio de escribir en este espacio editoriañ para verter mis
opiniones; y hoy como ayer, he podido continuar con la danza, bailando lo que
me ha apasionado toda mi vida: el flamenco y el tango, y hoy como ayer, sigo
amando.
Una vez más, hago público este breve testimonio,
platicándoles mis vivencias del alma, porque estoy convencida, de que uno de
los propósitos de mí vida es poder seguir sirviendo a los demás, compartiendo
mis humildes conocimientos y mi experiencia.
19 de octubre día internacional de la lucha contra el
cáncer de mama. Hay que poner mucho empeño en practicarse la autoexploración y realizarse
los estudios adecuados periódicamente (hoy los practican gratuitamente). La
prevención es un gran paso contra el cáncer, y el cáncer de mama detectado a
tiempo, no es una sentencia de muerte, sino una oportunidad de renacer. ¡Qué no
SENOS olvide! ¡Vale la pena
reflexionarlo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario