jueves, 22 de enero de 2015

CRÓNICA DE UNA ELECCIÓN CASTIGADA







CRÓNICA DE UNA ELECCIÓN CASTIGADA

Luz María Sánchez Rovirosa

“El encuentro de dos personalidades, es como el contacto entre dos sustancias químicas, si existe una reacción, ambas se transforman”. Carl Jung

Se conoce como alianza política al pacto entre dos o más partidos políticos, para gobernar, para legislar y tomar decisiones en un país, una región u otra entidad administrativa. Pero sencillamente en el caso que hoy nos ocupa, se conoce como alianza política, cuando varios partidos se unen para ganarle al PRI, o para poder ser parte de las mieles del país.

No es de llamar la atención, la viabilidad de las alianzas entre los partidos políticos para (todas) las próximas elecciones; pero sí nos la llama y además vemos con preocupación y temor (aparte de que las elecciones o no se lleven a cabo o se anulen), es la manipulación de esos amarres, en la cual, el protocolo al elegir a sus candidatos es perverso, extraño y maléfico.

Lo realmente importante tanto de esta crónica anunciada, como de la política en general (desde hace 80 y tantos años del PRI), es que a los partidos (sin excepción), les importa muy poco o no les importa el bien común, el progreso, la democracia, la independencia, la convicción ideológica, la seguridad, la justicia y la paz; por encima de las conveniencias económicas y de poder de unos cuantos.

Se oye hablar de ganar y perder, pero ¿quién gana y quién pierde: los políticos y aspirantes, los lambiscones que los barbean para las prebendas, canonjías y huesos, o todo el pueblo? ¿De qué se habla? De candidatos y más candidatos, de alianzas y descalificaciones, se habla de dádivas, es decir, limosnas, pero en ningún momento se les ve el interés por alivianar de verdad la pobreza y la marginación, ni tampoco el interés por sacar del atraso de horror a este pueblo, que les hará el favor de darles el voto y con ello, el resultado de nuestro futuro.

Nos queda muy claro, que el sistema electoral y político de este país, a pesar de todos los parches disfrazados de reformas, a pesar de haber cambiado de nombre y de la legión de sus integrantes, está muy deteriorado y corroído.

Recuerdo, que en la Era Mesozoica o Era Secundaria, es decir, en la “Era de los Dinosaurios”, cuando era totalmente el PRI, los que remplazaban cualquier jerarquía política se señalaban con el dedo, y los otros pretendientes se aguantaban sin chistar.

Más reciente llegamos a la conclusión, de que sí existían otros partidos además del PRI, (los inconformes del PRI), es decir, que México se transformó abruptamente en una -nación pluripartidista- en la cual se agruparon los diestros, zurdos, ambidiestros y siniestros.

Pero realmente con toda esta pesada carga ¿qué se puede hacer? Primero (y lo más difícil), es que los políticos entiendan que, pertenecer a cualquiera de esas “cúpulas” o partidos, no es un privilegio, sino una responsabilidad que los obliga a servir al pueblo, siempre encaminados al bien común. Y segundo, que hoy ante una realidad tan violenta como insegura, que pone en peligro el proceso electoral, y aun cuando los mexicanos seamos presa fácil del engaño, por necesidad y necedad de quienes aspiran al poder (como siempre) para fines personales; se manifiesta muy saludable y sensato, que analicemos la grave situación que vive el estado y el puerto; ya que tristemente hemos llegado a estas lamentables condiciones, en gran parte por culpa de los malos gobiernos que vienen y van, pero también indudablemente, por desinteresados y por interesados.

Y la sensatez (si de repente se nos cruza en el camino), nos dice que, en una contienda amenazada por la violencia y el hartazgo, los esfuerzos de cada participante tienen que ser mejores, porque hoy nos vamos a enfrentar a un Frankenstein que los mismos partidos crearon. La derrota nuevamente del pueblo, será única y exclusivamente provocada por el propio pueblo, si no cambiamos de actitud. Dicen que el hombre es el único animal que se tropieza dos o más veces con la misma piedra, y para muestra el botón de Walton. Ya lo veremos. ¡Vale la pena reflexionarlo!

 


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