jueves, 2 de agosto de 2018

EL BENEFICIO DE LA DUDA







EL BENEFICIO DE LA DUDA

Luz María Sánchez Rovirosa


“La duda, esa vaga nubecilla que, a veces habita los cerebros, también puede entenderse como un regalo. Y no es –lo que queda dicho- una aseveración, ya que sobre ella, tengo también mis dudas” Camilo José Cela.

Voy a compartir mi opinión personal en breve a un tema escabroso, polémico y quizá desgastante, pero no por eso demasiado importante para el cambio que la mayoría de los mexicanos estamos esperando.

Manuel Bartlett Díaz nació en la ciudad de Puebla de los Ángeles, el 23 de febrero de 1936. Hijo de Manuel Bartett Bautista (gobernador de Tabasco 1953-1955) y de Isabel Díaz Castilla (hija del destacado poeta veracruzano Salvador Díaz Mirón).

Se tituló de Licenciado en Derecho en La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con Mención Honorífica. En 1959 el gobierno de Francia y la UNAM, lo becaron para estudiar Derecho Público, en la Escuela de Derecho de La Universidad de París; lo que concluyó en 1961.

Manuel Bartlett Díaz es un político rebelde y bastante señalado por sus gestiones durante el largo período que militó en el Partido Revolucionario Institucional (PRI); en el cual fungió como Secretario de Gobernación, Secretario de Educación, Gobernador del estado de Puebla y Senador en dos ocasiones, una como priísta y la segunda ya como militante del Partido del Trabajo (PT); como Coordinador del Grupo Parlamentario por ese partido.

Los señalamientos tienen fundamentos en una política controvertida, ya que se le determina en particular, su comportamiento como titular de la Secretaría de Gobernación sobre su participación en las elecciones presidenciales de 1988, que han sido marcadas como “fraudulentas”, ya que vía su histórica frase, “Se cayó el sistema”, apoyó darle injustamente la Silla de los Pinos a Carlos Salinas de Gortari, cuando en realidad la ganó y a la buena Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano; amén de que se le señala también como -“probable”-, su relación con el asesinato del periodista Manuel Buendía. Fue precandidato a la Presidencia de la República en 1999, perdiendo la elección interna contra el fracasado Francisco Labastida Ochoa, quien cedió Los Pinos por ineptitud a su adversario del PAN Vicente Fox Quezada.

En 2006, por fin se alejó del PRI y del inepto candidato (en ese momento) Roberto Madrazo Pintado, y llamó a los priístas a dar el “voto útil” a favor del candidato (entonces por el PRD) Andrés Manuel López Obrador, quien por segunda ocasión perdió las elecciones de manera fraudulenta; en esta ocasión contra el candidato del PAN, Felipe Calderón Hinijosa.

Esta es una breve y sencilla semblanza del hoy ungido por López Obrador como Director General de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), cuyo nombramiento ha causado revuelo nacional con opiniones adversas tanto dentro de la política como de la sociedad.

Es aquí donde llegamos al meollo de esta situación. A su servidora le gustaría ofrecer a Manuel Bartlett Díaz, “el beneficio de la duda”, ya que estoy segura que tendremos más provecho al hacerlo, que de lo contrario.

La verdad que en estos momentos de alternancia hay demasiadas personas egoístas e inconformes con la situación y su propia situación política, que no les importa llevarse “de corbata” a las personas que hoy disponen de una verdadera oportunidad de cambiar sus vidas.

Es poco acertado desconfiar por desconfiar, cuando la persona en cuestión ha demostrado que rechaza sus actuaciones del pasado. Es errónea “la cerrazón”, porque no les das a las personas la oportunidad de mostrarse como son hoy.

Vamos a darle a Manuel Bartlett Díaz el beneficio de la duda, viendo su positiva actividad parlamentaria fuera de la nociva influencia del PRI. Y si cuando ya esté en funciones a partir del 1 de diciembre del presente, lo vemos actuar (y nos consta) con “premeditación, alevosía y ventaja” en contra del pueblo, será seguro que el mismo, con toda razón se lo demandará.

Reconozco que hay que considerar, que no a todas las acciones y decisiones que tome Andrés Manuel López Obrador, vamos que tener que salir aplaudiendo; pero tampoco, todo lo que diga y haga, hay que usarlo en su contra. ¡Vale la pena reflexionarlo! 

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