EL BENEFICIO DE LA DUDA
Luz María Sánchez Rovirosa
“La
duda, esa vaga nubecilla que, a veces habita los cerebros, también puede
entenderse como un regalo. Y no es –lo que queda dicho- una aseveración, ya que
sobre ella, tengo también mis dudas” Camilo José Cela.
Voy
a compartir mi opinión personal en breve a un tema escabroso, polémico y quizá
desgastante, pero no por eso demasiado importante para el cambio que la mayoría
de los mexicanos estamos esperando.
Manuel
Bartlett Díaz nació en la ciudad de Puebla de los Ángeles, el 23 de febrero de
1936. Hijo de Manuel Bartett Bautista (gobernador de Tabasco 1953-1955) y de
Isabel Díaz Castilla (hija del destacado poeta veracruzano Salvador Díaz
Mirón).
Se
tituló de Licenciado en Derecho en La Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM), con Mención Honorífica. En 1959 el gobierno de Francia y la UNAM, lo becaron
para estudiar Derecho Público, en la Escuela de Derecho de La Universidad de
París; lo que concluyó en 1961.
Manuel
Bartlett Díaz es un político rebelde y bastante señalado por sus gestiones
durante el largo período que militó en el Partido Revolucionario Institucional
(PRI); en el cual fungió como Secretario de Gobernación, Secretario de
Educación, Gobernador del estado de Puebla y Senador en dos ocasiones, una como
priísta y la segunda ya como militante del Partido del Trabajo (PT); como
Coordinador del Grupo Parlamentario por ese partido.
Los
señalamientos tienen fundamentos en una política controvertida, ya que se le
determina en particular, su comportamiento como titular de la Secretaría de
Gobernación sobre su participación en las elecciones presidenciales de 1988,
que han sido marcadas como “fraudulentas”, ya que vía su histórica frase, “Se
cayó el sistema”, apoyó darle injustamente la Silla de los Pinos a Carlos
Salinas de Gortari, cuando en realidad la ganó y a la buena Cuauhtémoc Cárdenas
Solórzano; amén de que se le señala también como -“probable”-, su relación con
el asesinato del periodista Manuel Buendía. Fue precandidato a la Presidencia
de la República en 1999, perdiendo la elección interna contra el fracasado
Francisco Labastida Ochoa, quien cedió Los Pinos por ineptitud a su adversario
del PAN Vicente Fox Quezada.
En
2006, por fin se alejó del PRI y del inepto candidato (en ese momento) Roberto
Madrazo Pintado, y llamó a los priístas a dar el “voto útil” a favor del
candidato (entonces por el PRD) Andrés Manuel López Obrador, quien por segunda
ocasión perdió las elecciones de manera fraudulenta; en esta ocasión contra el
candidato del PAN, Felipe Calderón Hinijosa.
Esta
es una breve y sencilla semblanza del hoy ungido por López Obrador como
Director General de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), cuyo
nombramiento ha causado revuelo nacional con opiniones adversas tanto dentro de
la política como de la sociedad.
Es
aquí donde llegamos al meollo de esta situación. A su servidora le gustaría
ofrecer a Manuel Bartlett Díaz, “el beneficio de la duda”, ya que estoy segura
que tendremos más provecho al hacerlo, que de lo contrario.
La
verdad que en estos momentos de alternancia hay demasiadas personas egoístas e
inconformes con la situación y su propia situación política, que no les importa
llevarse “de corbata” a las personas que hoy disponen de una verdadera
oportunidad de cambiar sus vidas.
Es
poco acertado desconfiar por desconfiar, cuando la persona en cuestión ha
demostrado que rechaza sus actuaciones del pasado. Es errónea “la cerrazón”,
porque no les das a las personas la oportunidad de mostrarse como son hoy.
Vamos
a darle a Manuel Bartlett Díaz el beneficio de la duda, viendo su positiva
actividad parlamentaria fuera de la nociva influencia del PRI. Y si cuando ya
esté en funciones a partir del 1 de diciembre del presente, lo vemos actuar (y
nos consta) con “premeditación, alevosía y ventaja” en contra del pueblo, será
seguro que el mismo, con toda razón se lo demandará.
Reconozco
que hay que considerar, que no a todas las acciones y decisiones que tome
Andrés Manuel López Obrador, vamos que tener que salir aplaudiendo; pero
tampoco, todo lo que diga y haga, hay que usarlo en su contra. ¡Vale la pena
reflexionarlo!
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