NI PERDÓN NI OLVIDO
Luz María Sánchez Rovirosa
“La
consigna debe ser, no gastar ni un peso menos en lo indispensable y ni uno más
en lo prescindible” Carstens.
Los
impuestos son contribuciones que se imponen, por lo mismo, nunca ha sido del
agrado de los ciudadanos pagarlos, sobre todo si ese dinero no es para asegurar
el servicio de calidad para el bien común.
Nuestra
conciencia cívica nos dice, que pagar impuestos es un deber, pero
desafortunadamente no siempre los mexicanos (cautivos) percibimos que esas
contribuciones (obligatorias) sean algo que le de mayores beneficios a México y
por ende a los mexicanos.
La
evasión de impuestos, y la poca por no decir nula vigilancia hacia las
actividades permitidas informales del país (no pagan impuestos), genera un
círculo vicioso que termina, en que sólo un porcentaje muy bajo de la población
cumpla con su obligación tributaria, siendo éstos, a los que Hacienda siempre
sacrifica.
Los
impuestos, tributos, contribuciones, etc.; es un tema delicado por la terrible
impunidad y corrupción que existe desde la Secretaría de Hacienda y Crédito
Público y específicamente del SAT en su manejo. Hoy con asombro nos enteramos
(por decirlo de algún modo), que existen programas de gobierno que otorgan
beneficios fiscales a contribuyentes para que “se pongan al corriente en sus
pagos”.
Pero
lo que tendrían que aclararle los gobiernos a los ciudadanos colaboradores que
sí pagaron puntualmente sus tributos, son los nombres de los contribuyentes
privilegiados (no se sabe por qué), a quienes gobiernos tras gobiernos los
favorecieron disculpándoles el pago fiscal. Pero hoy las que nos ocupa, son: la
administración de Felipe Calderón, la cual condonó 83 mil 77 millones 217 mil
954 pesos; y la de Enrique Peña Nieto que no se quedó atrás con impuestos
perdonados por un monto de 89 mil 258 millones 557 mil 412 pesos de los cuales
no sabemos con certeza para qué “costal” se fueron.
Entre las
recientes noticias sobre el tema, que para variar involucran al incomodísimo ex
presidente Calderón Hinojosa, muy ufano afirmó que la condonación de impuestos
no es una facultad o decisión del Ejecutivo Federal, pues se trató de un
beneficio para los contribuyentes previsto en la Ley Fiscal. Una vez más
preguntamos, porque somos testigos que la pobreza durante ese período no
disminuyó; entonces ¿para cuáles contribuyentes o ciudadanos colaboradores escogidos,
fue el beneficio?
Así
que estando en el entendido qué a mayor ingresos, negocios y propiedades, tenga
una persona, una familia, empresas o sociedades, mayor será el monto que deberá
pagar, de forma proporcional, para que estos sean utilizados para el bienestar
social del país, es decir, usar lo recaudado única y exclusivamente para el
desarrollo de México y toda su gente sin excepción.
Desgraciadamente,
quienes hacen las leyes, debería pensar en ellos primero como un deber para
cumplirlas y entonces poder exigir los derechos. Desafortunadamente no es así,
la triste y descarnada realidad nos dice que, quienes hacen las leyes y quienes
posteriormente las modifican y las acomodan a “modo”, solo piensan en los
beneficios, privilegios, canonjías para ellos y sus allegados.
Razón
por la cual muchos contribuyentes se hacen evasores ya que por desgracia, los
proyectos de qué y cómo recaudar, así como la forma de fiscalizar ese dinero
que le regalamos al gobierno y que en un porcentaje altísimo “se hace ojo de
hormiga”, siempre genera conflictos y desconfianza hacia los gobernantes,
porque no percibimos el uso honrado y transparente de dichos recursos, en obras
que generen mejoría para los tributarios cautivos; pero sí percibimos, cómo los
ungidos cada vez se hacen más ricos y poderosos.
Crear
conciencia de esta responsabilidad entre los ciudadanos es un desafío para la
actual y golpeada administración. Pero también es una obligación de la
sociedad, exigir a sus gobernantes y legisladores un sistema tributario
transparente y confiable, en el cual a los que deban, roben y evadan impuestos,
no se les otorgue “ni perdón, ni olvido”; para que se estimule la contribución con
conciencia para el bien común. ¡Vale la pena reflexionarlo!
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