¡ERROR DE EVO!
Luz María Sánchez Rovirosa
“No basta saber cómo atacar a los demás con el fuego, es
necesario saber cómo impedir que los demás te ataquen a ti”. Sun Tzu.
Hoy
tocaremos un tema obligado por las circunstancias: La llegada de Evo Morales
con “asilo político” a nuestro país.
Tomando
en cuenta lo sucedido en Bolivia, llamado “Golpe de Estado” en contra del
gobierno del ex presidente (por fuerza) Evo Morales, el gobierno mexicano, vía
su canciller Marcelo Ebrard Casaubón bajo indicaciones del presidente Andrés
Manuel López Obrador, y después de ver y escuchar la ola de violencia de los
opositores de ese país suramericano, se tomó la decisión (correcta) de
brindarle resguardo y seguridad a su integridad física, como un acto de humanidad.
Por
supuesto, el disgusto de algunos mexicanos no se hizo esperar, ya que el odio y
el encono sentido hacia López Obrador, por diversos motivos; se pasó por
ósmosis hacia el ex presidente boliviano, por obvios motivos. Así que vamos a
ver que entendemos por golpe de Estado.
Como
golpe de Estado entendemos, la actuación rápida y violenta, por la cual un
determinado grupo (inconformes) intenta tomar el poder por la fuerza y sin
respeto hacia las leyes, con la finalidad de desplazar a las autoridades legítimas
y vigentes.
Ahora
bien, ¿Qué llevó a los opositores en Bolivia a tomar tan drástica decisión?
Como presidente de Bolivia, Evo Morales promulgó la Constitución de 2009, que
establece (en este caso), un límite de dos períodos de mandato presidencial seguidos,
por razones políticas, jurídicas y legales de aquel país. Pero por reformas
específicas a dicha Constitución, el presidente Morales pudo presentarse por
tercera ocasión a comicios (que ganó con clara distancia), finalizando dicha
administración en 2020.
El
problema y el error de Evo, fue aspirar a un cuarto mandato consecutivo hasta
el 2025, siendo nuevamente las reformas dispuestas por el órgano electoral,
para que esto fuera posible, lógicamente lo que irrito y exacerbó a la
oposición que insistió (hasta dejarlo en el exilio), que era improcedente e
ilegal.
Nadie
puede tener duda de lo que hizo Evo Morales como presidente de ese país durante
sus legítimos años de gobierno (por supuesto con sus luces y sus sombras).
Empezando por dejar atrás la República de herencia colonial, para convertir a
Bolivia en un Estado Plurinacional, reconociendo a todas las comunidades
indígenas, tras siglos de marginación y olvido y convirtiendo al país
suramericano considerado por centenares de años estancado y convulso, en un
lugar digno por su crecimiento económico (uno de los más altos de América
Latina) y su estabilidad (hasta hoy) política.
Así
que después de escuchar las antipáticas y ríspidas palabras de la
“autoproclamada” presidenta interina de Bolivia, la xenofóbica Jeanine Áñez, en
una entrevista con CNN; me queda muy claro que la ambición y el odio, son
crueles y fatales protagonistas de esta historia.
El
odio es un intento por rechazar o eliminar aquello que nos genera disgusto; es
decir, un sentimiento de profunda antipatía, aversión, coraje, enemistad o
repulsión (en este caso que me ocupa), hacia una persona, así como el deseo de
evitar, limitar o destruir a toda costa sus objetivos.
Sorprendida
y abrumada, aun no entiendo si este sentimiento que forma parte de la
naturaleza humana, pueda ser controlado en México; ya que se sigue propagando
rápidamente como una emoción muy negativa, poderosa y altamente peligrosa, es
decir, como una preocupante epidemia.
Sin
embargo, seguimos siendo testigos que hoy el odio sigue alentándose, a veces de
manera sutil, y otras muchas de manera radical y abrupta. El caso es que
efectivamente ese negativo y siniestro sentimiento, ha sido compañero de la
historia de la humanidad. Pero lo cierto que hoy no se necesita ser
especialista porque es fácilmente observable, que en este momento y en México,
tristemente se odia mucho más que antes. ¡Vale la pena reflexionarlo!
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