REFLEXIÓN:
¡QUÉDATE EN CASA!
Luz María
Sánchez Rovirosa
“Como un mar, alrededor de la soleada isla de la vida, la
muerte canta noche y día su canción sin fin”. Rabindranath Tagore
Estamos viviendo una etapa crepuscular en nuestras
existencias. Tiempos agitados, angustiosos, de incertidumbre, de miedo, de
dolor. Tiempos difíciles, duros y terriblemente crueles. Tiempos que nunca nos
imaginamos que podrían existir.
Hoy la vida en México es diferente, es otra. En los
inicios del 2020, el Coronavirus era para nosotros un reverendo desconocido,
que empezábamos a escuchar como en una o varias historias de horror ocurridas
en la lejana China.
¿Quién iba a pensar entonces, que ese maligno desconocido
se nos fuera a acercar tanto y tan rápido hasta verlo y sentido trascender? Sin
embargo, todavía hay muchas personas incrédulas de su real existencia. Se les
respeta el escepticismo, porque sí es difícil de aceptar que, algo tan malo y
que salió de repente de la nada, esté haciéndonos tanto daño y tenga de cabeza
al mundo.
Por lo pronto en estos momentos la conciencia nos habla y
nos muestra de lleno la crudeza de un destino que no veíamos en el horizonte de
México y de todo el planeta. Pero hoy el Coronavirus nos ha pegado de lleno, y
sin saber aún “de a cómo nos va a tocar”, ya estamos sufriendo las
consecuencias de su mal, algunos con nuestras vidas confinadas, pero otros
luchando cara a cara contra él; y otros más que ya han perdido la batalla.
La muerte constituye una parada traumática y definitiva
de nuestro existir, y nunca acabaremos de tomar conciencia de nuestra innata
mortalidad y siempre sentiremos la muerte como algo que no debe llegar; a pesar
de que no existe en el mundo nadie incrédulo ante la muerte, cuando esta hace
gala de su presencia; que aparte de la desesperación, el dolor y la angustia;
lo que más repercute en nuestro sentir, es esa situación tan intensa, tan
fuerte, de ese desprendimiento súbito, de todos los vínculos humanos
establecidos durante nuestras existencias.
Por eso este enigmático y malévolo “personaje”
(Coronavirus) que se ha metido en nuestras vidas sin permiso, sin avisar, está
partiendo los corazones de muchas familias desde que te atrapa y te rasga las
vías respiratorias (donde él cobra su fuerza), desde entonces y tal vez mucho
antes, te aísla, te confina, te atormenta física y mentalmente, pero
ciertamente, la crueldad más grande de este virus que nos espanta con su poder
endiablado en las cifras y en las estadísticas del mundo entero, no sea el de
la espantosa forma de morir que “obsequia”; sino esa muerte en soledad, sin la
bendita compañía y despedida de tus seres queridos, familiares y amigos.
Dureza extrema para los que se van, para los que se
quedan, para los que lo enfrentan y vuelven y también para los que no vuelven.
La humilde opinión de su servidora a manera de conclusión, es que estamos
viviendo una tragedia que, dentro de sus cruentas alertas en todos los
sentidos, nos da la oportunidad que aún dentro del miedo, está la unión, esa
unión hoy en el pensamiento positivo, en las buenas vibras, pero sobre todo en
la FE de las creencias religiosas, que es siempre lo que nos hace más fuertes
ante lo que tememos, ante lo desconocido que tanto nos asusta. ¡Quédate en
casa! ¡Vale la pena reflexionarlo!
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