¿QUÉ
VA A SER DE MÉXICO?
Luz
María Sánchez Rovirosa
“La vida es una oportunidad,
benefíciate de ella. La vida es belleza, admírala. La vida es un sueño,
alcánzalo. La vida es un juego, juégalo”. La vida es un desafío,
enfréntalo”. Madre Teresa de Calcuta.
El día de hoy daré inicio a
este artículo con la conclusión. Así vemos que los grandes males que padecemos
se deben a que, como sociedad, como pueblo, no nos hemos preocupado de la
cuestión pública más que en las urnas, en los intereses privados o individuales
y en la crítica.
El bien común exige que cada
persona incorporada en una sociedad, según su preparación y su capacidad
participe de algún modo en la política, lo cual implica luchar con integridad y
con prudencia contra la injusticia y la opresión, contra la intolerancia y el
absolutismo de un solo hombre o de un solo partido, con críticas, pero también
soluciones.
La situación caótica en la que
vivimos inmersos los seres humanos, es una muestra de lo frágiles e indefensos
que estamos los ciudadanos (cada uno) en nuestro lugar de origen; y todo se
deriva de la facilidad con que nos pensamos dependientes de los derechos y beneficios
personales que, desafortunadamente frenan la equidad y la justicia que hoy más
que nunca tanto necesita el país.
Ante una crisis del tamaño de
La Pandemia del Coronavirus, un alto porcentaje de los seres humanos todavía no
se instalan en la dramática realidad, en la cual puedan distinguir y
diferenciar lo real de lo imaginario; a varios días ya (según cada nación), de
un resguardo impuesto, de un “Quédate en casa”, que nos sirve para disminuir y
amortiguar los contagios propios y que tan fáciles se dan de este coronavirus y
sus consecuencias en todos los ámbitos.
Pero con el necesario encierro
en nuestros espacios de residencia, vienen pegados mil y diferentes síntomas o
síndromes, que también ponen en peligro (como el Covid 19) nuestra existencia.
Empezando por la ansiedad del cómo obtendré mi ingreso económico del cual
dependemos con la familia para vivir, sobre todo en las personas (que son
muchas) que no tienen asegurado un empleo con su retribución.
La pérdida de confianza y
valía en uno mismo frente a semejante doble desafío: enfermedad y vacío; ese
vacío que lleva a la infelicidad, a la culpa, a la tristeza, a la depresión, a
la desesperación de llegar a no entender lo bueno, lo malo; lo que quiero y lo
que no quiero. Síntomas que agravan la hendidura en el tejido social, ante la
impotencia de ser tal vez escogidos por el virus; y la impotencia de corregir los
estados financieros y el estatus de nuestras vidas, que ya desde ahora, nos
destrozan.
Siempre ante una situación que
nos afecta viene la duda y la incertidumbre más llana, más plena: ¿Qué vamos a
hacer mañana cuando todo esto pase? ¿Qué vamos a hacer ante la paralización de
cualquier actividad que permite obtener los recursos para subsistir? Es muy
probable que mañana amanezcamos sin habernos infectado, pero también es muy
probable que mañana amanezcamos más debilitados social, financiera y humanamente.
Y entonces: ¿Qué va a ser de México? ¡Vale la pena reflexionarlo!
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