domingo, 16 de septiembre de 2012

CABILDO DE WALTON





La Pluma de Juan López





Cabildo de Walton

Juan López

   La historia se remonta varios lustros. Desde que gobernaba el municipio Israel Soberánis y los ediles eran tres, aún con recato pedían, que les abonaran unos pesos extras a su dieta para tener con qué solventar, las peticiones de los pedigüeños que asediaban las regidurías.
   Resistían los alcaldes las presiones del cabildo, de los partidos, de los líderes. No doblaron a Zarur ni a Rogelio ni a Manuel. Fue el endeble Zeferino quien inclinó la cerviz, atosigado por el gruñir de los exigentes concejales y, les embarró de corrupción su paga, al conceder 25 mil pesos per cápita mensual, para que engordaran en la jornada edilicia, a sabiendas que el cabildo se convertiría un día, en una impenetrable cueva de Alí Baba:
   ¡Ábrete Solorio!
   Desde entonces, la voracidad de los regidores -todos-, se ha  incrementado igual que la pudrición en las llagas del leproso.
   La gestoría, en cuyo nombre se roban treinta ediles, anualmente, casi sesenta millones de pesos, no es otra cosa sino la más brutal y descarada estafa al pueblo de Acapulco.
   Esta complicidad con dinero ajeno, la instauró Zeferino.
   Walton en campaña ofreció retirar la “mochada” que se asigna a los ediles para que se hagan indiferentes ante los desfalcos. Habrá resistencias, alegatos, polémica. La pústula es brava, se defiende.
   Ponle veneno al caballo en su pata podrida y los gusanos se alebrestarán. Quita el botín al pirata y habrá sangre en la cubierta.
   No olvidemos que el selecto grupo de veinte concejales, que se apresta al abordaje, luchó por llegar al cabildo precisamente para enriquecerse, viendo pasar saqueos, desmanes y pillerías.
   Cuando el vicio enraizó y la adicción ya es rutina, el Presidente Municipal si realmente quiere limpiar el Ayuntamiento, necesita del respaldo de la sociedad, de la vigilancia del pueblo, para poder  aplicar nuevas políticas económicas en el gobierno, empezando por asear los establos edilicios de tanto estiércol político.
   De algo debe estar seguro Luis Walton para no dar marcha atrás en su idea de solventar moralmente el Ayuntamiento. Todo Acapulco va a apoyarlo si instaura un régimen pulcro, suprime gastos lacerantes y difunde con pasión y celo que, esos dineros que se les obsequiaban a los ediles, son impuestos pagados por nosotros los ciudadanos, quienes no merecemos que nuestras contribuciones terminen en los bolsillos de tales sinvergüenzas.
   La lluvia es una metáfora que sirve de ejemplo para el gobierno.
De los campos y ríos, esteros, lagos, mares y bosques, el vapor se levanta en las mañanas. Asciende a lo alto, hasta convertirse en cirros, bruma, nubes. Con el enfriamiento y la temporada de verano aparecen los nubarrones. Madura la atmósfera y caen para todos -la naturaleza es democrática a nadie excluye-, aguaceros que reciclan la vida. El agua cumple su período: sube y baja, y después de su periplo, regresa a los mantos que la originaron.
   De igual forma imaginemos nuestros impuestos. Los recoge la autoridad, de la sociedad civil. Los eleva a sus procedimientos fiscales. Determina la ruta de sus servicios. Programa su uso en las obras públicas. El gasto operativo: seguridad, limpia, playas, alumbrado, etcétera. Y después de una evolución administrativa, los dineros del pueblo regresan a la comunidad, -como la lluvia-, convertidos en nueva y purificante vida para la ciudad.
   Lo prioritario es que así lo entienda el presidente municipal que con una votación comprometida, próximamente llegará a la silla del Parque Papagayo el primero de octubre.
   No hay historia en Acapulco que documente un caso absoluto de coherencia administrativa. Algunos alcaldes empezaron con ahínco y se cansaron a los tres meses. Otros llegaron a profanar el erario desde el primer día.
   Los que votaron por Luis Walton -una considerable mayoría electoral-, están ansiosos de respaldarlo si cumple su programa antiséptico y como la parábola de la lluvia devuelve a Acapulco lo que se paga para tener buenas obras y mejores servicios.
   Deseamos que nos garantice que con él saldrá sobrando la triste vacilada de que: “Si no cumplo, que el pueblo me lo demande”.
   Debe don Luis saber: también de esa estocada, estamos hartos.

   PD: “Hay veces que para el gobernante, ser duro es un deber”:
            Simón Bolívar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario